¿Existe solidaridad entre los jóvenes?
La mayoría de los adultos son escépticos ante esta cuestión. De nosotros solo se recuerda la imágen del vandalismo, de la diversión sin límite, de la locura, de la ley del más fuerte...
Pero nuestro mundo, al contrario de lo que la mayoría de la gente piensa, no está totalmente dominado por el alcohol, el tabaco, las drogas, la violencia... En algunos casos, existen valores, como la solidaridad, que se manifiesta de distintas maneras en cada uno de nosotros, dependiendo de la personalidad y los recursos que se tengan.
La juventud se encuentra en un punto intermedio entre el egoísmo de cuando somos pequeños y queremos ser los más importantes y vivimos totalmente ajenos a los problemas de los demás, y la vejez, donde en la mayoría de los casos, piensan, como los niños, en llamar la atención de alguna manera para no ser olvidados y morir en paz, pues, desengañados porque no consiguieron cambiar el destino de mucha gente cuando, en su momento, lo intentaron, y desencantados por el trato de la vida y del tiempo, no se sienten en deuda con el mundo y, por tanto, tampoco entre los que habitamos en él.
Y nosotros, jóvenes, adolescentes, siempre en el medio, sin un lugar fijo, sin un modelo determinado, al crecer, comenzamos a ser conscientes de los graves problemas sociales que existen y nos enrabieta que constantemente nos pidan solidaridad y que no se den cuenta de que nosotros, en apariencia, no podemos hacer nada.
Pero esto no es del todo así. Existen muchos jóvenes en el mundo que intentan demostrar que, a pesar de no tener muchos recursos y posibilidades económicas, todos podemos ayudar, haciendo lo que mejor sabemos, lo que más nos gusta o simplemente, buscar una excusa para hacer felices a los demás. Y esto lo digo con conocimiento de causa y experiencia personal, ya que participo en grupos culturales de jóvenes (de teatro, venta de productos, danza, música) cuyas actuaciones son siempre con fines solidarios y nunca utilizamos el dinero que recaudamos para nosotros mismos, a pesar de que carecemos de subvenciones. Colaboramos en todo lo que nos piden, estamos horas y horas ensayando, sin recibir más que la satisfacción de que haremos a la gente disfrutar y ayudaremos a los que más lo necesitan. Pero la solidaridad, como ya he dicho anteriormente, también se ve en otros aspectos de la vida de los jóvenes, por ejemplo, en aquel que ofrece su amistad a un inmigrante que acaba de llegar a España, en los que se acercan a los marginados y a los que no tienen amigos o en quién intenta ayudar a un compañero que pasa dificultades, que sufre la pérdida de algún familiar, o tiene algún problema físico o psicológico.
Como demuestran las cifras, la solidaridad no entiende de edades. Concretamente, tres de cada cinco componentes de ONG's solidarias como Cruz Roja y Manos Unidas eran menores de 25 años en 2009, según el Instituto Nacional de Estadística.
Y es que, como dice un buen amigo mío, Álvaro Esteban, la solidaridad no entiende de edades, sino que es algo con lo que se nace, y si alguien es solidario, lo será de joven y de adulto. Es una reacción a las señales de enfermedad que nos da el mundo. Los hay que ignoran estas señales y los hay que se implican con los problemas de la tierra en la que vivimos y de nuestros semejantes.
Bien es cierto que, desgraciadamente, todo esto también tiene su otra cara y es la pérdida total estos valores en una gran parte de la juventud actual, sin más pensamiento que el de su propio beneficio y diversión, el odio, el rencor y una forma de actuar dirigida siempre según los intereses de cada uno.
Esto se debe, en mi opinión, al ambiente educacional que vivimos los jóvenes en nuestros días. ¿Qué va a pensar un chaval que ve como en su propia casa, su padre habla continuamente de que deberían echar a los inmigrantes del país, puesto que les quitan todos los puestos de trabajo? ¿o otro joven al que le meten en la cabeza que para qué vamos a colaborar con Haití si el dinero "se lo quedan los curas"? ¿y aquel al que televisión y la publicidad le incitan al consumismo, a poseer cada vez más, y que le dicen que el camino para lograr la felicidad es tener unas deportivas Nike, beber Pepsi, un ordenador Toshiba de última generación y un móvil multimedia con tecnología 3G? ¿acaso no conviene para la situación económica de los países más ricos que los jóvenes seamos egoistas y consumamos, pidamos y ansiemos cada vez más para nosotros? ¿como no vamos a ser insolidarios si nadie nos ha enseñado ni mostrado que la verdadera felicidad se encuentra en que una acción tuya sea capaz de provocar la sonrisa de una persona que lo pasa mal y que no ha tenido la suerte que tenemos nosotros?
La solución está clara: concienciación. Promover las actuaciones solidarias entre los jóvenes es tarea de todos. Se debe inculcar valores, desde las familias, pasando por los profesores y terminando entre nosotros, el grupo de amigos.
Intentar, de alguna manera, concienciar a las nuevas generaciones que el mundo no es sólo lo que conocemos nosotros o lo que nos quiere enseñar la televisión. El mundo es duro, el mundo es desigual y cruel y realmente, hay muchísima gente que lo pasa mal. Lo que tenemos nosotros no es "lo normal". Somos tremendamente afortunados, simplemente, por tener padres, por poder comer, por tener escuela... ¿o acaso pensáis que, porque todos nuestros amigos lo tengan, también lo tiene el resto del planeta? No conocemos otra cosa y tal vez por esto no somos conscientes de que todo lo que se nos ha dado es pura suerte. Nuestro único mérito es haber nacido aquí y no en Haití.
Debemos darnos cuenta de que nosotros tenemos en nuestra mano cambiar el mundo. Variar, por una vez, la tendencia negativa. Demostrarles que mienten cuando dicen que la sociedad se va al carajo con las nuevas generaciones.
Si cada uno aporta su granito de arena... y pone a disposición de los demás lo mejor que tiene, lo mejor que sabe hacer, podemos eliminar la pobreza, la injusticia, el racismo, la discriminación… Solo dos palabras: tolerancia y compromiso.